Antonio Caro, Aquí no cabe el arte, acrílico sobre cartulina, 2000, Museo La Tertulia, Cali.
Personalmente
me gusta mucho el nombre de éste museo. Se me hace un poco utópico, pero eso le
da un carácter algo romántico. Sin importar lo paradójico que pueda resultar
que un museo llamado La Tertulia retome y replantee la arquitectura de los
templos de la antigua Grecia, la relación entre el nombre y el edificio pasa
fácilmente. Es un complejo de edificios muy bonito al lado del río con unos
jardines muy agradables y a diferencia del MAMBO, cuando uno pasa por en frente
es imposible no verlo.
Al llegar vi un bello pórtico en peristilo compuesto por
columnas aplanadas coronadas por una especie de capitel muy simplificado
formando los grandes arcos que rodean el edificio. No hay frontón, ni frisos,
ni hojas de acanto, pero la referencia es directa. Y con esa sensación de haber venido de muy
lejos a ver lo que oculta la cela del edificio, entré.
Comenzar una exposición, y sobre todo una muestra permanente, con la
categoría de la Historia, me parece comenzar con el pie derecho. Como diría Gombrich,
es
como tirar una antorcha encendida dentro de un pozo oscuro que va iluminando su
apariencia y su profundidad, antes desconocidas para nosotros.
Uno sale, literalmente, de la avenida Colombia, sube las escaleritas, entra al
museo de arte moderno y cae en una sala que se llama El Intercambio. Y sí ¿Qué le vamos a hacer? Una de las bases de
cualquier discusión sobre la modernidad es el intercambio. Incluso en La
Sorbona donde lo que definen como modernidad comienza a principios del siglo
XV. Más allá de que el museo La Tertulia haya sido un punto de intercambio
artístico en la segunda mitad del siglo XX en la ciudad de Cali, las obras en si mismas están
impregnadas de dinamismo y fusión, elementos propios de un contexto contingente.
Cuando
uno piensa en el intercambio en la ciudad de Cali de los sesentas para acá es
imposible no pensar en los Juegos Panamericanos del 71
y más
imposible aun no pensar en el tráfico de cocaína que conoció su apogeo desde la
década de los setenta y que capitalizó la ciudad.
Al ver esta parte de la exposición y al acercarme a las
fichas técnicas vi con asombro obras como Monocoptero
de Man Ray , Love de Robert Indiana, Happy Birthday de Beatriz González y
otras cuantas obras menores de
artistas super star como Diego
Rivera. Debo admitir que me dio una enorme alegría ver un espacio así en Cali.
Se me hizo una exposición coherente,
agradable, eficiente y sobre todo muy bonita. Es realmente una muy buena
muestra de arte colombiano que yo hubiera deseado tener al alcance en mis años
de universidad porque no hay nada como la experiencia física frente a una obra.
Disfruté el
recorrido y la distribución. Las categorías en las que se organizaron las obras,
a su vez, me parecieron accesibles y los textos que las acompañaban, oportunos.
Sentí esa libertad de crear relaciones personales entre las obras. Rótulos como El paisaje o El
cuerpo no están ahí para
asfixiar una obra sino más bien para guiar al espectador que no ha cultivado el
habito de cuestionarse sobre las mismas. Noté que en las fichas técnicas el énfasis
estaba puesto más en la figura del artista que en las obras, lo cual es
consecuente con la “libre interpretación del objeto” y está más dirigido a dar un
contexto.
Definitivamente es un ensamble destinado a la pedagogía, a
exponer una base cultural y a resaltar figuras claves. ¿Cómo? La idea es
construir un hilo conductor, y en este caso la figura del artista es un pieza fundamental,
ella nos ayuda a acercarnos a la obra ¿Y por qué no? ¿No es ésta acaso la época
de los dioses mortales, o de los inmortales humanos? Todo el mundo sabe que
Botero es El Pintor de gorditos. El problema está en pensar que es el único, o
el mejor. Por fuera del circulo del
arte en Colombia es raro que se hable de otras figuras, no solamente porque no
se conozcan, sino también porque no hay la suficiente presencia de obras en el
espacio público.
Es por eso que espacios como La Colección Permanente del Museo
de Arte Moderno La Tertulia son sumamente valiosos. Promover y formar sobre la
historia, el lugar y la experiencia de la producción artística en Colombia es muy
importante, sobre todo en un país donde sufrimos de perdida de memoria general a
corto y largo plazo.
Beatriz González, Platón de Dégas, esmalte sobre metal, 1975, Museo La Tertulia, Cali. |
Ya hablando específicamente de las piezas me
conmovió profundamente la obra de Beatriz Gonzáles sobre Degas, la encontré
bella, inteligente, delicada y literalmente: profunda. También dije “Ahhh” cuando por
fin vi una de las matas de maíz de Caro que tanto vi en la universidad a través de reproducciones y recordé una exposición increíble de
Calder que vi hace unos años.
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Antonio Caro, Mata de maíz, cable eléctrico, 1986, Museo La Tertulia, Cali. |
No voy a entrar más en detalle
sobre las obras de la exposición porque este texto es una invitación para ir
a verla, a cuestionarla, para ir a apropiarse de ella.
En
mi segunda visita a la exposición me tomé todo el tiempo para leer todas las fichas técnicas de las obras. Para
ver las obras detenidamente y relacionarlas con el espacio. Algunas hablaban de como había sido su llegada al museo y lo disfruté
mucho. Sin embargo me molestó un poco la luz. Yo supongo que será un asunto de
conservación de las obras, pero por ejemplo en la serigrafía de Roberto
Sebastian Matta, Sin titulo de 1974, el color es sumamente importante y ya delante de la obra me dije: que embarrada que prime la integridad de la obra sobre la experiencia del espectador. Pero bueno, la conservación es algo sumamente importante.
La
segunda planta de la exposición está dedicada al arte en su lugar. Ojo no es que sea una discusión alrededor el rol y el lugar de las obras de
arte en los museos, no. Es más bien la relación de la obra de arte con el
espacio físico, sea el espacio representado, el espacio referencial o el espacio de origen.
En principio quería
hablar en esta parte de mi texto de la obra detrás de la obra de Carlos Rojas Espacio de transición o sea la ventana
del segundo piso del museo. Es una obra maravillosa que me hizo sonreír por su
eficacia y su sencillez. Después de mi primera visita a la exposición había
hecho un texto súper apasionado en el que hablaba de Alberti y de Lewis Carroll, de
las musas de la antigua Grecia como memento en los espacios modernos, del museo, de la intención del arquitecto, de
la relación museo-obra-espacio. En fin, yo había quedado maravillada por ésta
ventana. Pero en mi segunda visita mi opinión acerca de la museografía de ésta
exposición cambió de una forma tan radical que decidí omitir mi análisis de
obra sobre la ventana y darle un párrafo aparte al siguiente punto.
Dos
palabras.
El artista Rosemberg Sandoval realiza entre 1999 y
el 2003 la obra Pintura sucia (como
les dije me leí todas las fichas técnicas de la exposición) que consiste en una
lona de formato medio en la que hay unas manchas color café como difuminadas en
el espacio. A primera vista parece una obra abstracta hecha en una especie
de sanguina barata, o pastel café. El asunto es que no lo és. Ésta obra es
la reinterpretación del señor Sandoval de la famosa obra Antropometría de la época azul de 1960
del artista Yves Klein
en la
que el artista coge su azul patentado y lo aplica en los cuerpos de las modelos que
literalmente va a pintar y luego estampa a las pobres en el papel.
Lo que el señor
Sandoval hace varía en varios aspectos. Él toma a un hombre de la calle, que
vive literalmente en la calle, y se sirve de la suciedad de su cuerpo como pincel. Él no está buscando como Klein
dejar el trazo de lo inmediato en el
lienzo. Su búsqueda está más dirigida a resaltar condición de su instrumento y la carga conceptual de su material pictórico sirviéndose del estatus de la obra de arte. Más allá de si la obra me guste o no, debo confesar que es
una obra inteligente, eficiente y que piensa por si misma.
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Rosemberg Sandoval, Pintura sucia, mugre, sudor y excremento humano sobre lona, 1990-2003, Museo La Tertulia, Cali. |
Mi problema es el siguiente. Aunque conocía la obra desde antes, al leer la descripción de los materiales en la ficha técnica me sentí sumamente ofendida e indignada. Tuve que contenerme muchísimo para no arrancarla de la pared. Mi crítica va a la forma de la ficha técnica, no a la obra.
Para explicarme mejor voy a citar textualmente:
Rosemberg Sandoval
[Cartago, Colombia, 1950]
_____________________________________________
[Cartago, Colombia, 1950]
_____________________________________________
Pintura sucia 1999-2003
Mugre,
sudor y excremento de indigente sobre lona.
_____________________________________________
_____________________________________________
Ok. Vamos por partes.
El Museo La Tertulia es un
museo gubernamental hasta donde tengo entendido y la exposición contó con el
apoyo del ministerio de cultura (lo dice en el mapita que dan a la entrada).
El
problema radica en la utilización de dos palabras dentro la ficha técnica: de indigente.
La primera vez que lo leí me dije: ésta ficha técnica
parece sacada del diario de un belga a finales del siglo XIX principios del XX:
Nariz de Hutu = 2,2 cm, Nariz de Tutsi 2,01 cm. En pocas
palabras, es el pensamiento científico completamente deshumanizado y en el
punto máximo de su soberbia.
No puedo quedarme callada frente a algo así porque
es mi condición humana la que estoy viendo vulnerada a través de esas dos
palabras. de- pref. Indica origen o procedencia, e indigente adj. Que padece de indigencia. Ningún ser humano debe ser exhibido o segregado debido a su condición.
Y la indigencia está más cerca de la condición humana que del estatus social.
A
parte de eso el excremento humano sigue siendo excremento humano así haya
salido de un indigente o del Papa. Me perdonarán la expresión, pero es la misma
mierda. Literalmente. Y en cuestión de materia prima una ficha técnica debe ser eso técnica, no puede hacer ni propaganda ni segregar. Siendo así considero que un museo gubernamental no puede permitirse
tener una ficha técnica como ésta, sobre todo en una colección permanente que
tiene fines pedagógicos.
El espectador puede enterarse que no se trata de ninguna
sanguina barata sino de la materia fecal de un ser humano en condición de
indigencia de una forma menos irrespetuosa, de hecho se menciona en el texto explicativo en la parte inferior de la ficha, un lugar que considero más adecuado para esta palabra que el de la categoría de materiales.
Entiendo que en parte éste es el quid del asunto, es el factor que hace a ésta obra una obra. Porque seamos sinceros, a nivel puramente formal y gráfico
no es que haya una gran búsqueda. Ésta obra es sus materiales. Yo estoy completamente segura de que es
posible conservar el exotismo snob/valor conceptual de la obra de otra manera
sin tener que exhibir a un ser humano como el bicho salvaje que mostramos en
los museos. Con que nos exhiban así en Europa ya es bastante como para venir a hacerlo nosotros mismos.
Hay una fina línea que separa al explorador belga del siglo XIX del
curador que quiere una exposición lo mejor curada posible, incluso con una obra tan agresiva como ésta es al curador al que le corresponde poner los límites de la exhibición de las obras.
Yo sé que la última parte de mi comentario
les puede sonar un poco antropológica, perdón. Para que entonces les suene completamente
antropológica les recomiendo echen una ojeadita a el libro El bárbaro imaginario de Hurbon Laënnec
y me dejan sus comentarios al respecto.
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