Monday, July 23, 2012

Sobre la Colección permanente del Museo La Tertulia


Antonio Caro, Aquí no cabe el arte, acrílico sobre cartulina, 2000, Museo La Tertulia, Cali.

Personalmente me gusta mucho el nombre de éste museo. Se me hace un poco utópico, pero eso le da un carácter algo romántico. Sin importar lo paradójico que pueda resultar que un museo llamado La Tertulia retome y replantee la arquitectura de los templos de la antigua Grecia, la relación entre el nombre y el edificio pasa fácilmente. Es un complejo de edificios muy bonito al lado del río con unos jardines muy agradables y a diferencia del MAMBO, cuando uno pasa por en frente es imposible no verlo. 

Al llegar vi un bello pórtico en peristilo compuesto por columnas aplanadas coronadas por una especie de capitel muy simplificado formando los grandes arcos que rodean el edificio. No hay frontón, ni frisos, ni hojas de acanto, pero la referencia es directa.  Y con esa sensación de haber venido de muy lejos a ver lo que oculta la cela del edificio, entré.

Comenzar una exposición, y sobre todo una muestra permanente,  con la categoría de la Historia, me parece comenzar con el pie derecho. Como diría Gombrich, es como tirar una antorcha encendida dentro de un pozo oscuro que va iluminando su apariencia y su profundidad, antes desconocidas para nosotros. 

Uno sale, literalmente, de la avenida Colombia, sube las escaleritas, entra al museo de arte moderno y cae en una sala que se llama El Intercambio. Y sí ¿Qué le vamos a hacer? Una de las bases de cualquier discusión sobre la modernidad es el intercambio. Incluso en La Sorbona donde lo que definen como modernidad comienza a principios del siglo XV. Más allá de que el museo La Tertulia haya sido un punto de intercambio artístico en la segunda mitad del siglo XX en la ciudad de Cali, las obras en si mismas están impregnadas de dinamismo y fusión, elementos propios de un contexto contingente. 

Cuando uno piensa en el intercambio en la ciudad de Cali de los sesentas para acá es imposible no pensar en los Juegos Panamericanos del 71  y más imposible aun no pensar en el tráfico de cocaína que conoció su apogeo desde la década de los setenta y que capitalizó la ciudad. 

Al ver esta parte de la exposición y al acercarme a las fichas técnicas vi con asombro obras como Monocoptero de Man Ray , Love de Robert Indiana, Happy Birthday de Beatriz González y otras cuantas obras menores de artistas super star como Diego Rivera. Debo admitir que me dio una enorme alegría ver un espacio así en Cali. 

Se me hizo una exposición coherente, agradable, eficiente y sobre todo muy bonita. Es realmente una muy buena muestra de arte colombiano que yo hubiera deseado tener al alcance en mis años de universidad porque no hay nada como la experiencia física frente a una obra. 

Disfruté el recorrido y la distribución. Las categorías en las que se organizaron las obras, a su vez, me parecieron accesibles y los textos que las acompañaban, oportunos. Sentí esa libertad de crear relaciones personales entre las obras. Rótulos como El paisaje o El cuerpo no están ahí para asfixiar una obra sino más bien para guiar al espectador que no ha cultivado el habito de cuestionarse sobre las mismas.  Noté que en las fichas técnicas el énfasis estaba puesto más en la figura del artista que en las obras, lo cual es consecuente con la “libre interpretación del objeto” y está más dirigido a dar un contexto. 

Definitivamente es un ensamble destinado a la pedagogía, a exponer una base cultural y a resaltar figuras claves. ¿Cómo? La idea es construir un hilo conductor, y en este caso la figura del artista es un pieza fundamental, ella nos ayuda a acercarnos a la obra ¿Y por qué no? ¿No es ésta acaso la época de los dioses mortales, o de los inmortales humanos? Todo el mundo sabe que Botero es El Pintor de gorditos. El problema está en pensar que es el único, o el mejor. Por fuera del circulo del arte en Colombia es raro que se hable de otras figuras, no solamente porque no se conozcan, sino también porque no hay la suficiente presencia de obras en el espacio público. 

Es por eso que espacios como La Colección Permanente del Museo de Arte Moderno La Tertulia son sumamente valiosos. Promover y formar sobre la historia, el lugar y la experiencia de la producción artística en Colombia es muy importante, sobre todo en un país donde sufrimos de perdida de memoria general a corto y largo plazo.  


Beatriz González, Platón de Dégas, esmalte sobre metal, 1975, Museo La Tertulia, Cali.
Ya hablando específicamente de las piezas me conmovió profundamente la obra de Beatriz Gonzáles sobre Degas, la encontré bella, inteligente, delicada y literalmente: profunda.  También dije “Ahhh” cuando por fin vi una de las matas de maíz de Caro que tanto vi en la universidad a través de reproducciones y recordé una exposición increíble de Calder que vi hace unos años.

Antonio Caro, Mata de maíz, cable eléctrico, 1986, Museo La Tertulia, Cali.

No voy a entrar más en detalle sobre las obras de la exposición porque este texto es una invitación para ir a verla, a cuestionarla, para ir a apropiarse de ella.

En mi segunda visita a la exposición me tomé todo el tiempo para leer todas las fichas técnicas de las obras. Para ver las obras detenidamente y relacionarlas con el espacio. Algunas hablaban de como había sido su llegada al museo y lo disfruté mucho. Sin embargo me molestó un poco la luz. Yo supongo que será un asunto de conservación de las obras, pero por ejemplo en la serigrafía de Roberto Sebastian Matta, Sin titulo de 1974, el color es sumamente importante y ya delante de la obra me dije: que embarrada que prime la integridad de la obra sobre la experiencia del espectador. Pero bueno, la conservación es algo sumamente importante.

La segunda planta de la exposición está dedicada al arte en su lugar. Ojo no es que sea una discusión alrededor el rol y el lugar de las obras de arte en los museos, no. Es más bien la relación de la obra de arte con el espacio físico, sea el espacio representado, el espacio referencial o el espacio de origen. 


 
En principio quería hablar en esta parte de mi texto de la obra detrás de la obra de Carlos Rojas Espacio de transición o sea la ventana del segundo piso del museo. Es una obra maravillosa que me hizo sonreír por su eficacia y su sencillez. Después de mi primera visita a la exposición había hecho un texto súper apasionado en el que hablaba de Alberti y de Lewis Carroll, de las musas de la antigua Grecia como memento en los espacios modernos, del museo, de la intención del arquitecto, de la relación museo-obra-espacio. En fin, yo había quedado maravillada por ésta ventana. Pero en mi segunda visita mi opinión acerca de la museografía de ésta exposición cambió de una forma tan radical que decidí omitir mi análisis de obra sobre la ventana y darle un párrafo aparte al siguiente punto.

Dos palabras.

El artista Rosemberg Sandoval realiza entre 1999 y el 2003 la obra Pintura sucia (como les dije me leí todas las fichas técnicas de la exposición) que consiste en una lona de formato medio en la que hay unas manchas color café como difuminadas en el espacio. A primera vista parece una obra abstracta hecha en una especie de sanguina barata, o pastel café. El asunto es que no lo és. Ésta obra es la reinterpretación del señor Sandoval de la famosa obra Antropometría de la época azul de 1960 del artista Yves Klein en la que el artista coge su azul patentado y lo aplica en los cuerpos de las modelos que literalmente va a pintar y luego estampa a las pobres en el papel. 

Lo que el señor Sandoval hace varía en varios aspectos. Él toma a un hombre de la calle, que vive literalmente en la calle, y se sirve de la suciedad de su cuerpo como pincel. Él no está buscando como Klein dejar el trazo de lo inmediato en el lienzo. Su búsqueda está más dirigida a resaltar condición de su instrumento y la carga conceptual de su material pictórico sirviéndose del estatus de la obra de arte. Más allá de si la obra me guste o no, debo confesar que es una obra inteligente, eficiente y que piensa por si misma. 

Rosemberg Sandoval, Pintura sucia, mugre, sudor y excremento humano sobre lona, 1990-2003, Museo La Tertulia, Cali.

Mi problema es el siguiente. Aunque conocía la obra desde antes, al leer la descripción de los materiales en la ficha técnica me sentí sumamente ofendida e indignada. Tuve que contenerme muchísimo para no arrancarla de la pared. Mi crítica va a la forma de la ficha técnica, no a la obra.

Para explicarme mejor voy a citar textualmente: 


Rosemberg Sandoval
[Cartago, Colombia, 1950]
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Pintura sucia                                                 1999-2003
Mugre, sudor y excremento de indigente sobre lona.
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Ok. Vamos por partes. 

El Museo La Tertulia es un museo gubernamental hasta donde tengo entendido y la exposición contó con el apoyo del ministerio de cultura (lo dice en el mapita que dan a la entrada). 

El problema radica en la utilización de dos palabras dentro la ficha técnica: de indigente

La primera vez que lo leí me dije: ésta ficha técnica parece sacada del diario de un belga a finales del siglo XIX principios del XX: Nariz de Hutu = 2,2 cm, Nariz de Tutsi 2,01 cm. En pocas palabras, es el pensamiento científico completamente deshumanizado y en el punto máximo de su soberbia. 

No puedo quedarme callada frente a algo así porque es mi condición humana la que estoy viendo vulnerada a través de esas dos palabras. de- pref. Indica origen o procedencia, e indigente adj. Que padece de indigencia. Ningún ser humano debe ser exhibido o segregado debido a su condición. Y la indigencia está más cerca de la condición humana que del estatus social. 

A parte de eso el excremento humano sigue siendo excremento humano así haya salido de un indigente o del Papa. Me perdonarán la expresión, pero es la misma mierda. Literalmente.  Y en cuestión de materia prima una ficha técnica debe ser eso técnica, no puede hacer ni propaganda ni segregar. Siendo así considero que un museo gubernamental no puede permitirse tener una ficha técnica como ésta, sobre todo en una colección permanente que tiene fines pedagógicos. 

El espectador puede enterarse que no se trata de ninguna sanguina barata sino de la materia fecal de un ser humano en condición de indigencia de una forma menos irrespetuosa, de hecho se menciona en el texto explicativo en la parte inferior de la ficha, un lugar que considero más adecuado para esta palabra que el de la categoría de materiales.

Entiendo que en parte éste es el quid del asunto, es el factor que hace a ésta obra una obra. Porque seamos sinceros, a nivel puramente formal y gráfico no es que haya una gran búsqueda. Ésta obra es sus materiales. Yo estoy completamente segura de que es posible conservar el exotismo snob/valor conceptual de la obra de otra manera sin tener que exhibir a un ser humano como el bicho salvaje que mostramos en los museos. Con que nos exhiban así en Europa ya es bastante como para venir a hacerlo nosotros mismos. 

Hay una fina línea que separa al explorador belga del siglo XIX del curador que quiere una exposición lo mejor curada posible, incluso con una obra tan agresiva como ésta es al curador al que le corresponde poner los límites de la exhibición de las obras.

Yo sé que la última parte de mi comentario les puede sonar un poco antropológica, perdón. Para que entonces les suene completamente antropológica les recomiendo echen una ojeadita a el libro El bárbaro imaginario de Hurbon Laënnec y me dejan sus comentarios al respecto.