Saturday, June 9, 2012

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La obra que escogí para abrir este blog es la Archibasílica de San Juan de Letrán en Roma. ¿Por qué? Simplemente porque fue la primera obra que vi este primer año de estudio de Historia del Arte en La Sorbona y porque me dio un golpe más duro que la primera entrega de abstracción en Los Andes.

Se trata de una iglesia paleocristiana construida probablemente durante el reinado de Constantino y el Papa Silvestre primero, más o menos entre el 306 y el 337 después de Cristo. Este es muy seguramente el primer edificio público que tuvo el cristianismo ya que las persecuciones romanas hacia los católicos terminaron de manera formal durante esta época y antes la liturgia era llevada a cabo en secreto y probablemente en tumbas. La Archibasílica retoma el plano de la Basílica, un tipo de inmueble romano destinado a las audiencias públicas del rey. El edificio ha sido reconstruido a través de los siglos y es poco lo que queda de la Basílica original. Es un objeto sumamente interesante nadie lo va a negar y sin embargo lo primero que pensé cuando vi la diapositiva fue: “de todas las cosas con las que hubiéramos podido empezar tenían que salirme con esto”. No puedo negar que en asuntos religiosos estoy muy lejos de hablar de una manera objetiva. El solo hecho de ver a una monja hace que me hierva la sangre. Evidentemente el que esa fuera la obra con la que empezaba mis estudios de Historia del Arte desarrolló en mi bastante escepticismo. Si así empezamos, empezamos mal.

Pues resulta que del catolicismo éste era solo el comienzo y como al que no quiere caldo se le dan diez tazas durante todo el año me tuvieron a punta de Iglesia en Cruz Griega inscritaBasílicaCatedralCapillaCristo PantocratorCristo en la CruzVirgen con el NiñoCoronación de la VirgenCristo en la columna,  Asunción de la VirgenHuida a EgiptoPresentación en el temploFlagelaciónAdoración de MagosCiclo CristológicoCrucifixiónLas bodas de CanáLa Ultima Cena y la lista continua sumándole el quórum de santos y todos sus atributos. Por ende de un momento al otro me encontré estudiando: Iglesias, sillas, sarcófagos, altares, mesas y me dije “Dios mío ¿qué carajos es esto?”

Cuando uno llega con la cabeza ligeramente menos vacía que la de los demás es más difícil tragarse el cuento de que lo que te están mostrando es una obra de arte. El conocimiento es una cosa increíblemente maravillosa porque protege y estorba al mismo tiempo. Fue ahí, en medio de ese via crucis iconoclasta, que la pregunta sobre qué es una obra de arte apareció.

En el momento en que empecé a estudiar Arte en La Universidad de los Andes (después del colegio) jamás me cuestioné si lo que me estaban mostrando los profesores era una obra de arte o no. Sin importar cuan nuevo o raro fuera todo para mi, todas las obras entraban dentro de esa categoría y si me generaba problema era muy seguramente porque yo no lo entendía o porque creía que había que entenderlo. Al final de la carrera lo más lejos que llegué cuando me mostraban una obra fue a decir “me gusta” o “no me gusta” y a dar un porqué medianamente decente. Por supuesto que sostuve muchas veces el debate obligado de ¿Cuál es la definición de arte? Al principio con mucha inseguridad y timidez y luego con un dejo de incoherencia, pero cuando llegué a La Sorbona y me salieron con esto yo simplemente me dije “esto no es el tipo de cosas que me habían mostrado como ejemplo de obra de arte”. 

Entonces caigo, como Alicia dentro del hoyo, dentro de un espacio algo particular. Me di cuenta que jamás me había cuestionado sobre lo que para mi era una obra de arte. Creo que necesitaba una comparación así de drástica para darme cuenta de la profundidad del problema. Esto iba más allá que todas aquellas discusiones sobre qué es Arte o arte o como quieran. ¿Qué pasaría cuando me tocara escribir un texto sobre un objeto el cual yo no considero como una obra de arte? El Gran Vidrio de Marcel Duchamp que vi en mis primeras clases en Los Andes esta tan lejos de esta iglesia… Por qué cuando vi el primero me dije ¡obvio!  Y cuando vi el segundo dije ¿Qué putas?  La respuesta se ha ido dibujando muy lentamente. Debo confesar que el que se me haya despertado un sentido critico de manera tan racional y contundente me alegra mucho, después de mi primer año sigo permaneciendo escéptica. A veces siento que me gustaría tener la mente tan abierta como cuando entré a los Andes, a veces me gusta esta selección natural. Reconozco que me es más fácil con las obras que nacen con el rotulo puesto y no con aquellas a las que se les ha impuesto, pero siempre hay sus excepciones en cada una de las dos situaciones. Es una afirmación un poco banal pero no es tan evidente como parece. Me cuesta trabajo entender, aun conociendo el contexto, como ciertos objetos llegan a estar ahí en la pantalla del anfiteatro. Me cuesta más aun ver objetos tan distintos todos en el mismo espacio. Es por eso que lo más valioso sigue siendo la pregunta ¿Qué es para mi una obra de arte? Ella hace que mire de una forma diferente, ella completa mi sed de saber qué pasó con ese objeto maravilloso. Ella me mantiene, como me dijo un amigo, siempre un paso atrás. 




En estos días estaba leyendo Historias de pinturas que es una compilación de ensayos de Daniel Arasse, y él decía  en su ensayo La pintura como pensamiento no verbal: "Yo hago historia de la pintura no historia del arte". Si algo me ha quedado claro después de muchas reflexiones al respecto es que a mi me gusta el rotulo de “obra de arte” Me seduce su misticismo, me gusta mucho su carácter diferenciador, me impresiona el poder que tiene.

Ser consiente de esta problemática es lo que me motiva a escribir este blog. Porque en este momento cuando me muestran una obra de arte, en clase, en una exposición, en un libro, de ayer o de hace más de cinco mil años, es imposible para mi no preguntarme: ¿Lo es? 

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